Cuentos y bibliotecas, libros y gentes. Tendiendo puentes

Isabel Benito es sobre todo lectora. Especialista en literatura infantil y juvenil, contadora de historias, tallerista… Desde 2007 participa como narradora en el Plan de Fomento de Lectura. Se sirve de los libros para contar. En sus talleres de escritura y lectura creativas para familias utiliza el cuento, la narración, el arte y objetos para promover la lectura. Aquí nos cuenta algunas estrategias para promover la lectura que, desde su punto de vista, pueden ser útiles en nuestras bibliotecas.

Isabel Benito
Fotografía de Lutton Gant

Me preguntan si contar cuentos hace lectores, y yo tengo la sensación de volver sobre una vieja duda: los por qué y los para qué no siempre dan cuenta de una realidad compleja. Y ser lector es una realidad compleja, vaya si lo es, porque compartir historias nos hace humanos. Dice Santiago Alba Rico en su Leer con niños (Caballo de Troya) que, así como la respuesta a un clavo es un martillo, una verdadera historia es siempre una solución, aunque no sepamos cuál y a veces ni siquiera sepamos a qué. Así pues los cuentos, contados o leídos, nos llenan de dudas y de respuestas, aunque insondables, respuestas al fin. Y esto nos hace humanos.

Los cuentos contados constituyen una experiencia con autonomía propia, igual que comer un buen guiso es un deleite, con independencia de sus cualidades nutritivas. Pero no me cabe duda de que los cuentos contados abren puertas, abren puertas a experiencias, lugares, gentes, cultivan la mirada literaria… Y, por supuesto, abren la puerta de la lectura si la circunstancia es propicia.

Escuchar cuentos en una biblioteca no es lo mismo que hacerlo en una plaza, en un teatro o en un aula. El contexto importa, y el contexto de una biblioteca y un bibliotecario que ejerza de maestro de ceremonias pueden propiciar lazos Isabel Benitoentre la narración oral y la lectura, es una oportunidad para ensanchar las estanterías de la sala. Los usuarios se transforman en comensales de un banquete exquisito servido con mimo: narrador y bibliotecario compinchados para brindar un menú de historias especialmente seleccionado para la ocasión, agasajar a los invitados con una experiencia que quieran repetir, prolongar o rememorar. De este modo, tras el banquete, tal vez nos interesemos por los ingredientes, el origen de las historias, otros sabores, otros autores, diversas elaboraciones… Así que convidar a los usuarios programando sesiones de cuentos de forma habitual es un buen modo de dar vida a una biblioteca. Si, además, nos empeñamos en convertir la ocasión un acontecimiento haciendo difusión, creando ambiente… pues es posible que escuchar cuentos haga lectores, sí, es posible.

Hay otras estrategias para tender puentes entre libros y gentes, claro. Por ejemplo, servir en barra una selección de lecturas a propósito de tal o cual ocasión. Desde hace años me acompaña este silogismo: todos los días son el día de algo, todos los libros tratan sobre algo: todos los días son el día del libro. Cualquier excusa es buena para airear los libros de las estanterías y descolocarlos, que los usuarios se topen con ellos: títulos, autores y portadas increpando silenciosamente al lector, dejar señuelos de nuestras lecturas preferidas. Exposiciones y guías de lectura, sí, pero también tres o cuatro libros abandonados aparentemente al azar sobre una mesa; notas manuscritas que alienten nuestro espíritu cotilla, además de brillantes carteles de imprenta con eslóganes repensados.

Aunque, por encima de todas las estrategias, hasta de las más creativas o innovadoras, y al alcance de la mano de cualquier bibliotecario o mediador, por escasos que sean sus recursos, está la lectura en voz alta. Aprovechar la mínima oportunidad para leer en voz alta, así sin más, leer, leer porque sí, porque nos gusta. Y ser apasionados con nuestro trabajo, entonces, como dice Pennac, tal vez sea posible el contagio.

Estas son algunas de las cosas que pienso que hacen de una biblioteca un lugar vivo, un sitio apetecible donde acudir a compartir experiencias lectoras y también recrearse en la intimidad.

Isabel Benito

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